En tiempos complejos y de fuertes cambios la huella del doctor Mura es un ejemplo vívido de cómo en esta especialidad es posible amalgamar los mejores atributos de un cirujano de alta complejidad: calidad técnica y humana, capacidad de innovación, perfil académico, vocación por enseñar y una red de contactos internacionales de primera línea.
El año 2020 será recordado como un año distinto, en el que una inesperada pandemia ha cambiado el rumbo del mundo entero y ha sacudido los cimientos de las instituciones de salud. Sin embargo, será recordado también como un año de aprendizajes y nuevo conocimiento, toda vez que las grandes crisis nos obligan a llevar al límite nuestras destrezas, resiliencia y capacidad para innovar.
Un premio para no olvidar
En este contexto de fuertes cambios, el reciente nombramiento del Dr. Jorge Mura Castro como Maestro de la Neurocirugía Chilena cobra un sentido especial y quedará grabado en la historia de nuestra Sociedad científica. Fue en el LXIII Congreso Chileno de Neurocirugía, el primero en su tipo de modalidad 100% digital, que la noticia se hizo oficial. Este premio no se otorgaba hace 24 años y solo cuatro neurocirujanos han sido galardonados en 63 años de existencia de la Sociedad de Neurocirugía de Chile. El último nombramiento fue el recibido por el Dr. Héctor Valladares el año 1996, lo que evidencia su alto nivel de exigencia: se trata de la “Distinción máxima y excepcional otorgada por nuestra Sociedad. Se reserva a los neurocirujanos chilenos que son reconocidos por sus cualidades técnicas, además de prestigiar la especialidad dentro y fuera del país. Una condición fundamental es haber participado en la formación de neurocirujanos en forma sistemática y activa (…) que el Maestro esté implicado en la creación e implementación de un programa de especialidad o subespecialidad”, señala el Reglamento oficial.
Una carrera integral y consistente
Sin embargo, la trayectoria de este neurocirujano nacido en Valdivia habla por sí misma y ya anticipaba un galardón de este nivel, siendo la carrera del doctor Mura un ejemplo vívido de cómo en esta especialidad es posible amalgamar los mejores atributos de un cirujano de alta complejidad: calidad técnica y humana, capacidad de innovación, perfil académico, vocación por enseñar y una red de contactos internacionales de primera línea. Esto fue, entre otras cosas, lo que destacaron sus discípulos para postularlo, señalando que el Dr. Mura “es miembro honorario de la Sociedad Española de Neurocirugía; el primer miembro internacional de la Sociedad Brasileira de Neurocirugía y miembro activo de la American Association of Neurological Surgeons (AANS), y del American College of Surgeons. Ha participado en los paneles de expertos de diversos congresos internacionales y ha sido invitado a dar charlas en países como Japón, Italia, México, Perú, España, Brasil y Argentina; ha dictado conferencias en universidades muy prestigiosas de Estados Unidos, tales como Harvard, Cincinnati y Miami. Y en materia de publicaciones, cuenta con tres capítulos de libros y más de 100 papers en revistas nacionales y extranjeras”.
El Dr. Jorge Mura, recibió este premio antes de cumplir 50 años –superó las cuatro décadas el 24 de diciembre pasado- pero ya había cosechado importantes logros: en 2019, por ejemplo, alcanzó la jerarquía de profesor titular de la Universidad de Chile, habiendo postulado como profesor asociado. Sus antecedentes fueron valorados por sobre lo exigido para saltar de nivel y lograr la cúspide de la carrera académica. Actualmente cuenta con 43 discípulos -entre chilenos y extranjeros provenientes de Latinoamérica y España- formados en su programa de Fellow de Cirugía Vascular Cerebral y de la Base del Cráneo, el cual creó en el 2000 y que imparte en el Instituto de Neurocirugía Doctor Alfonso Asenjo.
Conversamos a fines de 2020 con el Dr. Mura sobre este reconocimiento y otros temas al azar que nos inspiran y nos permiten conocer un poco más a quien está detrás de esta valiosa distinción.
Primero que todo, felicitarlo por este reconocimiento, ya hemos publicado la noticia en el sitio web pero nos faltaba una conversación con usted.
Está bien, no se preocupe, yo nunca he andado persiguiendo la noticia.
Claro, podríamos decir que las personas que trabajan de verdad no buscan eso, la gente pesa por lo que sabe hacer y no por lo que dice que hace.
Es que hay dos tipos de validaciones que uno puede buscar, la validación interna y la externa. Cuando uno es más joven busca la externa, porque cuando se tiene menos experiencia, lo único que quiere uno es que lo reconozcan, que lo encuentren bonito, que se sepa lo que uno hace, todas esas cosas. Cuando uno intuye que lo que uno hace está bien, es cuando ya no se necesita más la validación externa, si no que se busca la interna. Pero cuesta llegar a eso, porque el ser humano es inseguro por naturaleza.
Y además, que esto requiere años de trabajo, de sudor, de quemarse las pestañas, la práctica hace al maestro ¿cierto?
Así es.
Tomando en cuenta algunas filosofías orientales, cualquier disciplina seria requiere de mucho tiempo, de maduración, de no acelerar las cosas.
Sí, la juventud de ahora, la del siglo XXI, es muy cortoplacista, creen que las cosas uno las merece por el hecho de existir, y eso no es así: uno tiene que madurar las cosas y trabajarlas. Es como querer que una palta esté madura porque yo quiero que esté madura. No, aunque yo le hable a la palta todo el día, la palta va a seguir estando verde, necesita tiempo, no hay otra manera de hacer las cosas.
Y ¿usted ve eso en los médicos jóvenes?
Sí, hay varios fenómenos que ocurren en el neurocirujano joven que no sé por qué será. Cuando yo partí como residente el año 1995, la Internet estaba recién en pañales, era algo que estaba partiendo. Recuerdo que en esa época, si uno quería revisar un tema, se debía hacer una búsqueda bibliográfica, buscar alguna información, se consumía una cantidad de tiempo importante. No era como ahora que cualquier cosa está al alcance del dedo. Cuando se requería información de calidad, había que ir a la biblioteca, donde habían unos índices para hacer las revisiones. Yo buscaba todos los artículos, y después tenía que ir a las revistas, pedir que les sacaran fotocopias, etc. Ahora uno se mete a la Web, hace una búsqueda en 10 segundos y después baja en PDF los artículos que uno quiere. A lo que voy es que con todo el actual acceso a la información, en lugar de que eso estimule a las personas a tener más conocimiento, a perseguir grandes metas, ocurre lo contrario: la gente tiene metas más pequeñas, más cortoplacistas. Y en vez de querer saber más, quieren saber menos, porque ¿para qué necesito saber si basta con que me meta a Internet para saberlo? No sé qué pasa con la raza humana que no aprovecha el gran desarrollo tecnológico, el gran desarrollo de las comunicaciones, de la conectividad. Creo que el desarrollo de la raza humana va totalmente desfasado del desarrollo de la tecnología. Pasa lo contrario que en la ciencia ficción, como en Star Trek, Star Wars, por ejemplo, que la tecnología esta ahí y todo el mundo la utiliza. Nosotros no hacemos eso, es raro.
Parece que lo que vivimos en estos tiempos es inversamente proporcional, mientras más tecnología, más ceguera, más cortoplacismo, y mayor pereza y ansiedad por no seguir el curso de los procesos. Por ejemplo, cuando usted me dice que ahora es muy fácil bajar la información y el conocimiento, esto colisiona con conceptos como la pericia manual, la pericia de pabellón, la práctica y la memoria muscular que se va grabando en el neurocirujano, que es irremplazable, que solo se logra con los años.
Así es, como le digo yo, la maduración de una palta, de un vegetal, si no es con el tiempo, no hay otra manera de que ocurra. Aunque yo pretenda hacerlo de una manera diferente, pretenda que eso madure rápido, es una cosa que requiere tiempo, no hay otra manera. Es como creer que yo puedo meterme a YouTube y ver un tutorial, y que con eso puedo hacer cualquier cosa. Uno evidentemente utiliza eso, yo por ejemplo, siempre busco tutoriales en YouTube, para programar un control remoto o cuando se me pierde una cosa, etcétera, pero evidentemente que eso no reemplaza a la persona que tiene los conocimientos al respecto.
Yendo hacia su historia de vida, usted nació en Valdivia, una ciudad emblemática del sur de Chile, cultural, una de las ciudades más bellas de Chile.
Si, yo nací en Valdivia, pero me tuve que movilizar mucho por todo Chile porque mi papá era oficial de carabineros, entonces cada 3 años nos cambiábamos de ciudad y estuve en 8 diferentes colegios, lo cual hace que uno tenga cierta independencia. Porque existe el fenómeno del desarraigo ¿no? No se saca nada con tener amigos porque van a desaparecer en 3 años. Pasa que de cierta manera uno se aísla un poco y yo lo sufrí, porque en realidad cuando tenía amigos no me duraban, es algo que no todos los niños lo viven. En todo caso, en Valdivia, donde nací, hay una parte importante de mi familia, como mis abuelos maternos que vivieron allá hasta al final. También hay una hermana de mi mamá que vive en Valdivia, y los hijos de ella, en fin, hay harta gente de la familia que vive en Valdivia.
Doctor Mura ¿Qué significa para usted haber sido reconocido como maestro de la neurocirugía chilena?, ¿Con qué sensación se queda?
La sensación que me queda es que todo el esfuerzo que he puesto en enseñar lo que sé, tiene un efecto concreto en un grupo de personas que decidieron ese reconocimiento, y que son capaces hoy, de reproducir esos efectos en los pacientes, que es lo más importante y lo que yo buscaba. Uno puede estimar el impacto del trabajo de una vida en la neurocirugía de manera simple. Por ejemplo, si yo calculo que voy a operar a 5000 pacientes en mi vida, tomando un promedio familiar de 4 personas, papá, mamá y dos hermanos (como es mi caso), entonces uno podría impactar en la calidad de vida de 20 mil personas. Al mismo tiempo, si usted forma a 50 personas que hagan lo mismo, o lo más parecido posible al estándar adquirido, multiplicamos por 50 esos 20 mil. Entonces ya estamos hablando de 1 millón de personas. Cuando se logra un efecto en un número importante de personas, se logra lo que se llama “hacer una diferencia”. Se puede tener varias motivaciones para enseñar, y en este sentido me defino como políticamente incorrecto.
Durante mi carrera escuché alguna vez consejos de neurocirujanos mayores que decían que siempre se debe enseñar, pero, aquello que era importante para uno, no había que enseñarlo. Porque si uno se lo guardaba, eso servía en la práctica privada para tener pacientes propios. Es decir, si tú enseñabas eso, después otra persona iba a hacer lo que tú haces, lo que podía redundar en forma negativa en tu carrera. Entonces yo tomé eso de una manera muy seria, para hacer todo lo contrario.
Respecto al reconocimiento otorgado por la Sociedad de Neurocirugía de Chile, podría sintetizar mi emoción partiendo por observar a los demás, no a mí mismo. Uno no es maestro, a uno lo hacen maestro. Quienes enviaron la carta pidiendo que me nombraran Maestro de la Neurocirugía Chilena, fueron quienes me hicieron maestro a mí. En mi currículo no está lo que sustenta que yo sea un maestro. Lo que lo sustenta, son ellos, que me ven a mí como aquella persona que les dio las herramientas para que ellos sean los neurocirujanos que son hoy, no solo a nivel técnico, sino que también a nivel humano, yo les entregué todo lo que sé.
Entiendo que usted se perfeccionó fuera de Chile, pero nunca perdió de vista que tenía que retribuir en su país…
Yo estuve en Brasil un año, con el doctor Evandro de Oliveira, un neurocirujano muy reconocido a nivel mundial en ciugía vascular y de base de cráneo. Me tocó estar con él justo cuando él tenía 54 años, en el tope de su carrera, cuando estaba operando mejor, tenía mejores relaciones con todos, conocía a mucha gente, etc. Por allá circulaban personas muy destacadas, entonces no tuve que ir a Europa ni a Japón, ni a Estados Unidos o Canadá, para poder estar con los neurocirujanos top de ese tiempo. Porque todos iban a Brasil a los cursos que hacía el doctor. Yo fui a 9 cursos, donde vi toda la patología pertinente, y tuve mucha suerte. Además, la gente que estaba con él era muy muy buena, muy generosa. Y después tuve que tomar una decisión fuerte, de volver a Chile, porque a mí me ofrecieron la posibilidad de irme a Estados Unidos, y yo no me quise ir, porque yo sabía que si me iba a Estados Unidos no volvía más a Chile. Es la verdad, ¿a qué iba a volver a Chile?
Difícil y consecuente decisión. Porque ahí lo habría “agarrado la máquina”, lo atrapa lo que es ese país, con toda la tecnología que tiene, el capitalismo emprendedor, un mundo de posibilidades, y después le hubiese “quedado chica la ropa” acá en Chile.
Exacto, entonces dije “Voy a volver a Chile no más, muchas gracias, Doctor Evandro…” De hecho, uno de los grandes dilemas que tenía yo, es que cuando él elegía a alguien como bueno, lo mandaba a una pasantía con el doctor Albert Rhoton Jr., que es un doctor muy famoso en neuroanatomía. Entonces, luego de un año se pasaba a ser otro tipo de neurocirujano, de un nivel superior. Todos iban donde Rhoton después, era una cosa importante. Entonces, me eligió y me dijo que fuera donde Rhoton y yo le dije que no podía porque tenía que volver a Chile, tenía que operar, tenía que enseñar y aplicar lo que había aprendido ahí. Para él fue traumático. Bueno, la cosa es que volví a Chile y me encontré con la necesidad de avanzar en una técnica para remover hueso, que es sacar la clinoides anterior, lo que permite tratar la mayoría de las patologías de la región paraselar. Yo me di cuenta que esa maniobra de base de cráneo era fundamental, para tratar, por ejemplo, aneurisma y tumores. Y esa es la primera maniobra que enseñé acá, apenas llegué de Brasil. Y es lo que define a un cirujano basicráneo, todos quieren aprender la clinoidectomía anterior. Los trabajos que hemos hecho en estos 20 años han sido todos relacionados con ese huesito, lo que nos ha permitido descubrir nuevas técnicas, más eficientes y menos invasivas.
Y, ¿manejar esta técnica permite entrar en una zona muy estratégica?
Exactamente, en la región de la silla turca, donde intervenimos los tumores y los aneurismas de circulación anterior, es una maniobra extraordinaria. Lo que me ocurrió a mí, es que, en Brasil, estando con el doctor Evando, teníamos los más desarrollados motores y tecnología de punta para realizar esta maniobra, asimilando de esa manera la técnica, es decir, desgastando el hueso con un motor – lo que se llama fresaje-, como lo que usan los dentistas. Entonces llego a Chile (año 1999), con todo el ímpetu de sacar clinoides y ser los mejores del mundo, y me encuentro con el problema de que en el hospital no había motor. Y bueno, tuve que modificar la técnica, no pude hacer la misma técnica que hacía en Brasil. Y esa modificación de la técnica me permitió entender mucho mejor la manera de sacar la clinoides y finalmente sacarla sin necesidad de usar el motor, tuve que aprender a sacarla sin motor. Y ahora después de 20 años la sacamos sin motor todavía, porque es mejor sacarla sin motor, eso es lo que yo sostengo.
Aún cuando haya motor digamos…
Exacto, pero hay otros que dicen que es mejor con motor, pero yo sostengo que sin motor es mejor porque así no se calienta el nervio óptico, se preserva mejor y no es difícil de hacer. Después de 20 años, además, la técnica es reproducible, todos mis fellows la hacen. Aunque, por supuesto, los de los últimos 10 años mucho mejor que los de los primeros 10. Y, los de los últimos 5 años ya definitivamente mejor, de manera menos invasiva, con mejor instrumental, incluyendo algunos instrumentos que yo mismo he desarrollado.
Nosotros, el año 2020, publicamos los trabajos correspondientes a la técnica mínimamente invasiva para sacar la clinoides, que es un aporte a la neurocirugía, la que llamamos “acceso miniperional extradural”. Con orgullo podemos decir que es un avance que se hizo aquí, en Chile. La técnica base existe desde el año 1982 y la hizo el neurocirujano japonés Akira Hakuba. Él la hizo con una técnica normal, abriendo una gran parte de la piel, sacando mucho hueso, para poder acceder. Yo me di cuenta que no era necesario eso, que se podía simplificar y reducir. Es un concepto nuevo que propone una cirugía mínimamente invasiva para algo complejo. Hoy se está haciendo nuestra técnica en otros países, modificando lo que hacen ellos, comprobándose de esta forma de que se puede hacer mínimamente invasiva.
En estas innovaciones técnicas ¿usted ha desarrollado herramientas especiales? ¿Cierto?
Sí, con Mizuho, una reputada compañía japonesa, hice un aplicador especial de clips para cirugías mínimamente invasivas, como los que se usan para tapar los aneurismas, pero que fueran de más bajo perfil, cosa que yo pudiera operar en cirugías más pequeñas, porque los que existen hasta ahora te tapan. No saco nada con hacer una cirugía más pequeña si no puedo ponerle el clip al aneurisma, tengo que hacer las dos cosas. También, con la empresa Peter Lazic, que es la que desarrolla los mejores clips del mundo. Incluso hay un modelo nuevo, el D-CLIP que salió este año, que es un clip de muy bajo perfil, que recién acaba de llegar al hospital. Yo desarrollé una pinza aplicadora para esos clips, porque la gente de Peter Lazic pensaba que sus pinzas eran una versión definitiva, pero en un viaje a la fábrica de Alemania, yo les mostré que se podía mejorar la pinza. ¿En qué sentido? Las pinzas normalmente son rígidas, se pone el clip en una sola posición. Ellos tienen unos muy buenos instrumentos compuestos de nitinol, que son flexibles, lo que permite diseñar una pinza aplicadora de clip flexible habilitante de muchas más posiciones. Les sugerí, además, hacerla rotatoria, de modo de que cada clip pueda tener infinitas posiciones e infinitas posibilidades. Además he explorado en el desarrollo de gubias, que son unos instrumentos que “comen” la clinoides, porque no solamente nos sirve sacar la clinoides, sino que también tenemos que tener los instrumentos para poder desgastarla. Finalmente, desarrollé unas tijeras para zurdos, a partir de las mejores tijeras que hay para microcirugías, las japonesas Kamiyama, que estaban disponibles solamente para diestros. En aspiración/irrigación también hemos innovado, en un sistema para operar cirugías mínimamente invasivas también para zurdos, porque yo soy zurdo. He tratado de innovar para entender, porque creo que quienes operan son los que tienen que hacer los instrumentos, no los ingenieros.
A continuación, compartimos una selección de fotos que el Dr. Mura ha enviado para este artículo.