Con casi media década de ejercicio profesional, el aporte del doctor Leonidas Quintana Marín al desarrollo de la Neurocirugía en Chile y en el extranjero ha sido indiscutible. En esta entrevista, hacemos un recorrido de su labor y destacamos la experiencia que está legando a las generaciones más jóvenes de la especialidad.
Casado y con cuatro hijos, este neurocirjano de 72 años no ha perdido el tiempo desde que egresó de Medicina en la Universidad de Concepción (1972) para luego hacer una Beca en la Universidad de Chile, sede Valparaíso (1976 – 1979). Con una extensa carrera y un amplio portafolio de contactos internacionales, el Dr. Quintana es actualmente profesor de la Cátedra de Neurocirugía de la Escuela de Medicina de la Universidad de Valparaíso y una eminencia del Servicio de Neurocirugía del Hospital Carlos van Buren de Valparaíso (HCVB), trabajo que desarrolla en una fructífera relación profesional con el Dr. Patricio Yokota. Para este último, “el Dr. Quintana es reconocido a nivel mundial en el área de patología vascular cerebral, estando siempre vigente en las últimas tendencias científicas y tecnológicas de la especialidad.” Y agrega, “el Dr. Quintana ha sido un maestro de la neurocirugía, me acompañó en mis inicios, me apoyó en el estudio y en las cirugías. Iniciamos una relación de discípulo-maestro. Al finalizar mi especialidad me quedé en el HCVB y hemos trabajado juntos como equipo quirúrgico por más de 30 años.”
Una temprana formación en el servicio de Neurocirugía del HCVB y la realización de una estadía de perfeccionamiento en la Universidad de Tohoku, Japón (1980-1981), con el reconocido neurocirujano Dr. Suzuki, marcaron un perfil profesional de relacionamiento internacional, logrando a la fecha variados reconocimientos alrededor del mundo. En el país oriental se especializó en técnicas quirúrgicas avanzadas en vascular y base de cráneo, microcirugía y estudios de investigación sobre vasoespasmo cerebral.
El Dr. Quintana fue presidente de la Sociedad de Neorucirugía de Chile entre 1999 y 2001 y ocupó el mismo cargo en la Sociedad de Cirujanos Neurológicos del Cono Sur (2011 – 2013), en la Federación Latinoamericana de Sociedades de Neurocirugía (2016 – 2018) y es actualmente Presidente Honorario de dicha Federación, así como Presidente Honorario de la Federación Mundial de Neurocirugía (WFNS). En 2012, recibió el Premio de Reconocimiento Internacional a la Trayectoria como Neurocirujano, otorgado por la Asociación Americana de Cirujanos Neurológicos (AANS). También, ha recibido reconocimientos de sus pares en Bolivia, Ecuador, Perú, Colombia y Brasil. En 2007 fue distinguido por la Sociedad Chilena de Neurocirugía con la Medalla de Honor Profesor Alfonso Asenjo, una de las distinciones más destacadas que otorga la organización.
¿Cómo ha sido el desarrollo de su trabajo en Chile?
Ha sido muy promisorio y estimulante, especialmente después de haber efectuado mi post- grado en Japón durante un año. Esto me permitió tener acceso a conocimientos y técnicas de punta en nuestra especialidad, así como un horizonte amplio, tanto en mi relación con colegas de Chile como de todo el mundo. Obtuve, además, una visión cultural que me ha acompañado siempre en mi desarrollo profesional y como persona.
En su opinión, ¿cómo ha evolucionado la Neurocirugía en Chile?
Ha tenido un tremendo crecimiento, el cual ha sido sostenido en el tiempo. Cuando fui presidente de la Sociedad Chilena de Neurocirugía, entre 1999 y 2001, pude trabajar de cerca con el Ministerio de Salud, a quienes como Sociedad de Neurocirugía de Chile, les planteamos nuestros problemas e inquietudes. Desde entonces, ha habido un desarrollo de la especialidad muy importante, tanto así que la Neurocirugía es una de las especialidades chilenas más prestigiadas a nivel latinoamericano y cada vez más adentrada en el concierto mundial, como país miembro de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Neurocirugía (FLANC). Además, se ha incorporado tecnología de punta en el sistema público de salud, a lo largo de todo el país. En Chile contamos con herramientas terapéuticas que nos permiten estar absolutamente al día con respecto al resto del mundo.
¿Cuáles son en su opinión los atributos que debe tener todo buen neurocirujano?
Como consejo inicial, debemos estimular la humildad, pues en nuestra Neurocirugía nos podemos sentir semi-dioses cuando tenemos logros impecables. Pero al día siguiente podemos tener un fracaso total, perder a nuestro paciente y sentirnos los peores seres de la existencia. Hay que ser muy humildes. Debemos, además, estar preparados para todo. Sun Tzu, en su famoso escrito “El arte de la guerra” señala que “Un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla después; mientras que un ejército perdedor lucha primero e intenta obtener la victoria después”. Los héroes victoriosos ganan, porque planifican. Y eso en Neurocirugía es una máxima.
El doctor Axel Perneczky, con quien tuve también aprendizaje en Mainz, Alemania, tenía como consigna “hacer el menor daño posible” (Primum non nocere). El neurocirujano no puede llegar a improvisar dentro del pabellón, sobre todo si se trata de una cirugía compleja. Si el neurocirujano entra a operar un aneurisma cerebral complejo o un tumor de base de cráneo es fundamental la planificación previa. Y los nuevos avances tecnológicos nos permiten hacer eso. La neuronavegación es una gran herramienta de trabajo, que entrega a los neurocirujanos una guía continua durante la cirugía, con la que es posible planificar craneotomías, trayectorias dentro del cerebro y, de esta manera, realizar resecciones tumorales más seguras reduciendo tiempos operatorios y de hospitalización. Si hay una palabra que sobresale en nuestra disciplina es “planificación”. Sería tremendamente irresponsable entrar a operar un tumor de un centímetro de diámetro, que está ubicado a cuatro o cinco centímetros de profundidad sin neuronavegación. Eso es impensado, una verdadera locura.
Cuando uno está formando residentes, hay tres pilares fundamentales que uno debe establecer y luego vigilar en el aprendiz. Primero, la actitud: una persona descuidada, que no se interesa por la salud de los pacientes y no respeta a sus pares, o no muestra empatía con el paciente o sus familiares, no puede dedicarse a esto. Segundo, el conocimiento y la creatividad: ese interés por estar al día, por investigar, por presentar trabajos en congresos para darle trabajo a la sustancia. Y tercero, la habilidad motriz, porque si se observa que no hay un buen pulso, si no se es diestro para realizar puntos milimétricos, si no se es preciso en el pabellón quirúrgico, es muy difícil llegar a ser un buen profesional.
Usted lideró durante largo tiempo la Revista de Neurocirugía, ¿qué es lo que destaca de esta labor? ¿Por qué es importante que una sociedad tenga una Revista científica?
Es un trabajo muy importante para una Sociedad científica como la nuestra. Yo desempeñé este trabajo, como Editor Jefe , prácticamente solo, durante 20 años, con la ayuda de la casa editorial. Fue muy estimulante, pues gracias a mi red de contactos en Latinoamérica, tuvimos una revista con gran aporte de otros países, incluso de Europa y Estados Unidos. Desde Brasil, Argentina, Uruguay y Bolivia varias veces nos consideraron como una revista científica de difusión en el Cono Sur. Con los actuales directivos esperamos que nuestra revista sea aún más moderna e inclusiva, con mayor cantidad de colaboradores, que envíen sus trabajos con conceptos actualizados a nuestra publicación.
¿Cómo ve el futuro de la Neurocirugía?
En este siglo XXI, el neurocirujano chileno y latinoamericano está viviendo en un escenario muy especial. Por una parte, el desarrollo tecnológico informático es impresionante, y los países latinoamericanos tenemos la obligación de preparar a un neurocirujano para que en este concierto no desafine. El neurocirujano latinoamericano debe ser capaz de manejar, en la parte diagnóstica, conceptos imagenológicos que hace diez años atrás no se mencionaban. Debe ser capaz, además, de interactuar vía telemedicina y enviar su diagnóstico a distancia. La actual pandemia de Covid-19 así lo ha dejado extensamente establecido, siendo una herramienta docente que ha llegado para quedarse.
En la parte terapéutica debemos integrar los conceptos de exo y endocirugía, trabajando en equipo con los neurorradiólogos intervencionistas. Por otra parte, ya el arma terapéutica de la radiocirugía va más allá, y se integra la robótica a la radiocirugía, con la utilización del cyber-knife. Se ha practicado ya y se extenderá la posibilidad de efectuar algunas intervenciones quirúrgicas guiadas a distancia. Si nos proyectamos unos pocos años adelante, la ingeniería genética aplicada en nuestro campo tendrá grandes resultados en la detección y, por qué no, en la solución de enfermedades que mayormente dependen de la herencia genética.
Hace pocos años nunca imaginamos que la creatividad humana podría desarrollar la nanotecnología, con la que podríamos efectuar tratamientos con bioelectricidad para activar a voluntad un sistema robótico implantado en el cuerpo mediante cirugía convencional. Esto, para sanar las extremidades paralizadas por un traumatismo raquimedular de un tetrapléjico, por ejemplo. Ya vemos el futuro cercano, y de seguro, seguiremos evolucionando aún más.
¿Qué le diría a los neurocirujanos jóvenes sobre los futuros desafíos de la especialidad?
Les diría que los planes educativos en la neurocirugía chilena y latinoamericana no pueden basarse en la recopilación de informaciones desde centros más desarrollados, fáciles de obtener mediante Internet y un computador. Más bien, se trata de trabajar las potencialidades internas del aprendiz, para que florezcan sus aptitudes y tengamos así un desarrollo de la creatividad. Lo anterior, se debe a tres razones fundamentales: Primero, el neurocirujano debe estar entrenado para practicar una especialidad de punta, ya reseñada. Segundo, debe tener principios éticos y morales muy fuertes. Destacar en este punto la importancia del consentimiento informado, tan necesario para entrar en comunión empática con el paciente y/o su familia, y hacer entender que la neurocirugía aún la practicamos seres humanos, con todas nuestras habilidades y nuestras imperfecciones. Y tercero, debe tener una excelente preparación psicológica y física, para practicar una de las especialidades más duras, demandante de esfuerzos importantes, y de grandes contrastes, ya que si bien hemos logrado grandes avances, aún debemos efectuar la neurocirugía de urgencia que nos hace chocar abruptamente con el lado negro del ser humano.
Finalmente, les mencionaría un par de desafíos claves, los cuales son, por una parte, difundir el hecho de que los centros latinoamericanos de neurocirugía cuentan con profesionales que realizan un trabajo de excelencia a nivel mundial, lo cual nuestros colegas jóvenes muchas veces ignoran. Por otro lado, mencionar la importancia del sustento financiero para lograr lo anterior. Esto es fundamental, ya que debemos formar a nuestros neurocirujanos acorde con nuestra idiosincrasia latina, nuestra realidad socio-económica y cultural.
Estoy absolutamente seguro de que estas metas se van a lograr, para lo cual se requiere una actitud positiva, de cooperación y de trabajo en equipo. Los neurocirujanos chilenos y latinoamericanos somos muy capaces de lograr esto y mucho más.